Ilíada 24 XXIV, 511-558
Aquiles se compadece de Príamo, venido para rescatar el cadáver de su hijo
507 Así habló. A Aquiles le vino deseo de llorar por su padre; y, asiendo
de la mano a Príamo, apartóle suavemente. Entregados uno y otro a los
recuerdos, Príamo, caído a los pies de Aquiles, lloraba copiosamente por
Héctor, matador de hombres; y Aquiles lloraba unas veces a su padre y otras a
Patroclo; y el gemir de entrambos se alzaba en la tienda. Mas así que el divino
Aquiles se hartó de llanto y el deseo de sollozar cesó en su alma y en sus
miembros, alzóse de la silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara,
y, mirando compasivo su blanca cabeza y su blanca barba, díjole estas aladas
palabras:
518 -¡Ah, infeliz! Muchos son los infortunios que tu ánimo ha soportado.
¿Cómo osaste venir solo a las naves de los aqueos, a los ojos del hombre que te
mató tantos y tan valientes hijos? De hierro tienes el corazón. Mas, ea, toma
asiento en esta silla; y, aunque los dos estamos afligidos, dejemos reposar en
el alma las penas, pues el triste llanto para nada aprovecha. Los dioses
destinaron a los míseros mortales a vivir en la tristeza, y sólo ellos están
descuitados. En los umbrales del palacio de Zeus hay dos toneles de dones que
el dios reparte: en el uno están los males y en el otro los bienes. Aquél a
quien Zeus, que se complace en lanzar rayos, se los da mezclados, unas veces
topa con la desdicha y otras con la buena ventura; pero el que tan sólo recibe
penas vive con afrenta, una gran hambre le persigue sobre la divina tierra y va
de un lado para otro sin ser honrado ni por los dioses ni por los hombres. Así las
deidades hicieron a Peleo claros dones desde su nacimiento: aventajaba a los
demás hombres en felicidad y riqueza, reinaba sobre los mirmidones, y, siendo
mortal, le dieron por mujer una diosa. Pero también la divinidad le impuso un
mal: que no tuviese hijos que reinaran luego en el palacio. Tan sólo engendró
uno, a mí, cuya vida ha de ser breve; y no le cuido en su vejez, porque
permanezco en Troya, muy lejos de la patria, para contristarte a ti y a tus
hijos. Y dicen que también tú, oh anciano, fuiste dichoso en otro tiempo; y que
en el espacio que comprende Lesbos, donde reinó Mácar, y más arriba la Frigia
hasta el Helesponto inmenso, descollabas entre todos por tu riqueza y por to
prole. Mas, desde que los dioses celestiales to trajeron esta plaga, sucédense
alrededor de la ciudad las batallas y las matanzas de hombres. Súfrelo
resignado y no dejes que de to corazón se apodere incesante pesar, pues nada
conseguirás afligiéndote por to hijo, ni lograrás que se levante, antes tendrás
que padecer un nuevo mal.
552 Respondió en seguida el anciano Príamo, semejante a un dios:
553 -No me hagas sentar en esta silla, alumno de Zeus, mientras Héctor yace
insepulto en la tienda. Entrégamelo cuanto antes para que lo contemple con mis
ojos, y tú recibe el cuantioso rescate que te traemos. Ojalá puedas disfrutar
de él y volver al patrio suelo, ya que ahora me has dejado vivir y ver la luz
del sol.
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